Hace aproximadamente 6 meses que vengo utilizando como computadora principal una Raspberry Pi 400, poseedora de 4 GB de RAM y un procesador ARM v8 de 4 cores a 1.8 GHz; al igual que la gran mayoría de las personas, utilizo una computadora para navegar en la web, ver videos, escuchar música, revisar mi correo electrónico, juegos videojuegos e interactuar en la Internet. Por esas extrañas razones del cambio en Argentina, la computadora resulta muy barata de acceder; cuando yo lo hice me salió alrededor de 13 mil ARS, aunque ese precio quedó en el pasado; hoy ronda alrededor de los 20 mil. Sigue estando más barata acá que en los EEUU o Europa.
La Fundación Raspberry Pi viene hace años dando pequeños pasos en el mundo de la microinformática, creando computadoras single board económicas y potentes, siendo la familia de la Raspberry Pi 4 y Pi 400 los últimos modelos que vienen a demostrar la posibilidad fehaciente de tener una computadora potente, de muy bajo costo y mínimo consumo eléctrico. Estas tres razones son más que suficientes para entender a este tipo de equipos como una idea no propia de Raspberry Pi, sino como una tradición dentro de la informática, en la cual lxs cybercirujas nos sentimos más que interpelados. Nada nos interesa más que proponer modelos de cómputo con esas características.
Pero la idea de incluirnos dentro de esta tradición de informática no tiene que ver solamente con el hecho que nos gusten las computadoras potentes, baratas y que gasten poca electricidad. Detrás de este tipo de cómputo hay también una tradición hacktivista y política que existe incluso desde antes que existiera la idea misma de un activismo informático. Utilizar una computadora de bajo consumo implica también que las aplicaciones que allí corran consuman los recursos de manera más coherente. Todo el sistema actual que gira en torno al cómputo está orientado hacia un consumo excesivo de recursos: el consumo es, entonces, la base de la informática actual y de lo que de ella se desprende. Tiene lógica si entendemos que las ciencias de la computación surgieron dentro de un sistema económico de base capitalista, donde importa maximizar las ganancias a través del consumo de bienes y servicios.
Mas no debemos olvidarnos que si bien la informática se originó dentro de las reglas del capitalismo - incluso financiada por estados y empresas - también en sus orígenes planteó un esquema totalmente distinto al que actualmente funciona en el mundo. Las distintas universidades, organismos de los estados o empresas privadas poseían grandes computadoras a las cuales sus usuarios se conectaban y compartían los recursos del sistema de manera más o menos armónica, entendiendo que un mal uso perjudicaría al vecino. Los equipos de gran porte eran utilizados de forma colectiva, para beneficio de la comunidad que la habitaba; y a su vez, esa comunidad se conectaba con otra a través de la incipiente ARPANET, que décadas luego decantaría en la Internet.
Hoy en día todos están de acuerdo en que hay muchas cosas mal en torno a cómo funciona Internet y quiénes son los dueños de las grandes plataformas donde los usuarios habitan la red. Infinidad de artículos se escriben desde las trincheras del tecnosolucionismo o los periodistas y especialistas de las distopias cyberpunks. Me gusta pensar que algunas aristas de estos problemas no son vistos por las visiones más tradicionales porque provienen de ámbitos donde la tecnología es vivida como un objeto de estudio, una mera cuestión a analizar y no un campo de batalla donde embarrarse las manos y partirles la jeta a los fascistas del byte y oligarcas del dato.
Las grandes computadoras y la red que las comunica, es decir, Internet, son utilizadas para la recolección, procesamiento y reutilización de datos recolectados en la misma red; esto no es nada nuevo. Dichos sistemas de Inteligencia Artificial, Machine Learning y demases son los software base detrás de empresas como Alphabet o Meta, mayormente utilizados para imponer formas de percibir la realidad tanto dentro del cyberespacio pero fundamentalmente fuera de él. Todas estas empresas impusieron hábitos de consumo terribles. Favorecer aun más el recambio absurdo de dispositivos electrónicos es tan solo uno de ellos. La red se ha concesionado en gran parte para las necesidades de los oligarcas del dato, que los procesan a gusto y piaccere para satisfacer sus necesidades comerciales.
Para que este modelo funcione, y vaya que si funciona, debe haber una centralización cuantiosa de servicios y hardware; así como unas pocas personas acaparan las fortuna del mundo, otras pocas acaparan el hardware y la capacidad de procesamiento. Actualmente se da la confluencia de que los oligarcas del byte tiene un rostro visible y peor aun, son vistos como los multimillonarios buenos que vienen a solucionar los problemas de la humanidad, en un cierto de revival de un tecnopositivismo del siglo XXI. Esa centralización prioriza el modelo extractivista por sobre todas las cosas; las g no son más que refinerías de bytes que chupan y procesan infinitas cantidades de información; imaginen un petroleo que mana infinitamente pero que se vende como carente de todos los males de la extracción y procesamiento de hidrocarburos. El extractivismo fue el sostén de la acumulación previa que fundó las condiciones para la gestación del capitalismo como sistema económico. Las empresas que operan en Internet están replicando esa lógica, readaptandola y repercutiendo en el mundo fuera de la Red. Esto también nos lleva a pensar que recién está surgiendo el capitalismo dentro de la red, ya que se encuentra dentro de la lógica primigenia de puro extractivismo colonial; pues de coloniaje son las relaciones que se establecen entre quienes habitan la red y los "dueños" de ella.
Ningún imperio duró 1000 años. Pero a todo imperio se lo combate. El actual modelo de fascistas del byte y oligarcas del dato puede y debe ser atacado mediante un modelo de computación de bajo consumo, ya que solamente ese tipo de modelo puede permitir la descentralización de la red.
Los fundamentos mismos de Internet se basan en la utilización de protocolos y estándares que permitan visualizar, consumir y producir el contenido en la red, sin importar la aplicación, siempre y cuando se respeten esas normas. Cualquier persona puede fabricar ruedas para bicicletas o zapatillas porque existen estándares de tamaño establecidos y aceptados por las distintas sociedades. No se debería requerir una gran cantidad de procesamiento para poder hacer tareas básicas en la red, pero debido a las condiciones que impone el extractivismo de datos, el acceso a aplicaciones que utilicen las autopistas de Internet requiere de hardware cada vez más potentes. Un modelo de computación de bajo consumo no puede tolerar los gastos brutales que requiere una practica comercial que beneficia fundamentalmente a los oligarcas del dato. Se podrá aducir que dichas empresas ofrecen servicios sencillos a cualquier persona y con grandes prestaciones pero, ¿realmente todos necesitan guardar 15 GBs de documentos o mails o un procesador tan potente para ver un simple video en Internet?
No son ni distopias ni transformar en victimas o victimarios a quiénes están metidos dentro de un sistema de cómputo que no eligieron realmente, sino que lo utilizan porque mucha gente lo hace. Son hechos concretos: el extractivismo no puede ser eterno pero tampoco puede ser solamente analizado. El cambio de paradigma puede ser cualquiera, y a lxs cybercirujas nos gustaría girar hacia un cómputo más justo, equilibrado y sano; la computación de bajo consumo nos permite pensar sistemas de comunicación e información -porque en definitiva eso es el cyberespacio- acordes a nuestras necesidades reales. Todo lo que sube inevitablemente cae y es bueno saber que allí afuera hay pequeñas comunidades, zonas temporalmente autónomas que aquí y allá vienen proponiendo alternativas al estado actual de la cuestión. La popularización de computadoras como Raspberry Pi permite alojar servicios de Internet de forma muy barata, ya que el costo eléctrico es casi nulo. De de esta manera, esa lógica comunitaria que surgió en los albores del cyberespacio renace desde las sombras. La comunidad poniéndole las reglas a sus miembrxs, a lxs admins y...¡al hardware!
La computación de bajo consumo propone otro modelo de usuarixs, consumidores y, mas importante aún, de comunidad. Cybercirujas toma esto como un accionar político, y por eso creemos en el hosteo de servicios de Internet; algunos de ellos los hacemos en equipos de bajo consumo y otros de no tanto, porque no dejamos de ser cybercirujas. Parte del hardware que poseemos en la infraestructura cyberciruja es una PC de toda la vida con varios discos rígidos; todavía no es sencillo (económico) conectar discos rígidos en computadoras single board; de todas formas, en términos de eficiencia energética conviene seguir utilizando una PC aunque consuma mas electricidad que una Raspberry ya que el costo energético de la fabricación todavía no está cubierto en relación a su uso...¡y es un i3 del 2011!
La única posibilidad de revertir la situación se dará cuando los usuarios de la red se transformen en miembros reales de una comunidad y comiencen a cuestionar el status quo del cyberespacio; ya viene sucediendo con creadores de contenidos dentro de plataformas como YouTube o Twitch, que comienzan a cuestionar cómo los algoritmos manejan dichas redes o grupos dentro de Discord que son censurados. No obstante, todavía no se da un proceso de reapropiación y empoderamiento tecnológico, porque nos hallamos recién entrados en el pico del extractivismo que además tiene su paralelismo con el mundo material; extraer datos conlleva extraer cantidades ingentes de materias primas para producir bienes informáticos.
No hay soluciones mágicas ni finales cyberpunk, la realidad es mucho más cruda y la ficcionalización del final termina siendo un lavaje de culpas. Un cambio de paradigma es necesario y la computación de bajo consumo tiene que ser el camino a elegir para además encauzar el absurdo derroche de la Red. La centralización trajo beneficios cuasi instantáneos pero los daños son tremendos; desde el derroche energético, la proliferación de fake news, mensajes de odio, la alteración de conductas y hábitos sociales, pasando por la censura, la vigilancia y la desechabilidad de los bienes informáticos.
Por eso desde cybercirujas trabajamos en pos no solo de la recirculación del hardware, que va en contra de los mandatos de los oligarcas del dato y fascistas del byte, sino que también luchamos contra la centralización del cyberespacio y la creación de espacios digitales autogestionados que respondan a las necesidades de una comunidad concreta. No hace falta que una comunidad este compuesta por millones de usuarios, porque ahí dejaría de ser una comunidad para transformarse en un pool de usuarios-consumidores. Una computación de bajo consumo permite replantear la forma en que interactuamos con nuestros dispositivos, la necesidad de reestructurar nuestros consumos digitales y crear ámbitos que no solo sean manejados por la comunidad sino que además sean eficientes en términos energéticos y amigables con el medioambiente. De nada nos sirven las movidas eco-friendly marketineras de los magnates del bytes si tras de ellas se oculta la lógica extractivista y desechable. Este modelo actual del cómputo puede estar más cerca o más lejos de caerse, pero la realidad es que ante los fascistas del byte y los oligarcas del dato solo podemos pelear. Incluso aunque la batalla parezca perdida, si las bases logran agitarse, si la acción política entra en escena, la situación puede cambiar. Ninguna lucha es en vano. Pero ninguna lucha puede darse si no tenemos en claro quiénes son nuestros enemigos.
¡Muerte a los fascistas del bytes y a los oligarcas del dato! ¡Ni ociosos con hardware ni hardware ocioso!
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